El Territorio
El paradigma del territorio
Todo en el mundo tiene un dueño, incluso la tierra o el suelo, el mar y el espacio aéreo, lugares por los cuales todos transitamos. A través de la historia se ha otorgado la propiedad territorial a grupos de personas que por diversos motivos, intereses y formas, lograron adjudicárselo, ya sea de manera pacífica, jurídica, comercial o por el uso de la fuerza.
El territorio como concepto tiene un amplio margen de análisis, sin embargo, para efectos de la propuesta de "El Mundo Feliz", sólo analizaremos cuatro aspectos del mismo:
- En primer lugar, constituye el lugar físico y geográfico que alberga u ocupa una asociación de personas, que a través de la historia confluyeron en intereses comunes y decidieron unirse para defender sus intereses y desarrollarse con sus propias normas. Sin embargo, a medida que se fueron desarrollando las relaciones entre estas, acordaron normas de convivencia comunes de cumplimiento para todos, aunque frágiles cuando intereses estratégicos están en juego.
- En segundo lugar, el territorio constituye una forma de organización que facilita la interrelación social y económica de la asociación de personas.
- En tercer lugar, constituye una forma de propiedad mayor, respecto de bienes que le pertenecen a una asociación de personas, según el lugar físico y geográfico que ocupan, adjudicándose la propiedad principalmente de bienes como los recursos naturales, el suelo, mar y espacio aéreo. La tenencia de estos bienes comunitarios, plantea a una escala mayor el intercambio de bienes y servicios a nivel de asociaciones mayores como es el caso de los países.
- En cuarto lugar, los países se constituyen como una forma de velar por los intereses personales y grupales de sus habitantes frente a las demás naciones, siendo válido el análisis realizado en los paradigmas de la propiedad y del dinero, pero ya no a nivel de una persona, sino a una escala mayor.
El paradigma del territorio en el mundo actual plantea, a nivel de país, una rigidez mayor ante la necesidad de movilizar grandes proporciones de recursos, bienes, servicios y esfuerzo humano, para actuar oportunamente y generar las condiciones necesarias orientadas hacia la satisfacción de necesidades básicas de un grupo numeroso de personas en todo el mundo, más allá de las fronteras territoriales.
A este nivel, los países movilizan recursos y el esfuerzo humano de su población en función de un proceso de negociación, en el cual priorizan sus intereses como nación, es decir, de alguna forma el despliegue de ayuda, aporte o pacto acordado debe redituar beneficios en el corto, mediano o largo plazo, sin que afecte de manera sustantiva la situación social y económica de ellos mismos.
Como consecuencia a la situación planteada, si los países que no se abastecen por sí mismos no tienen la capacidad ni la solvencia o confianza suficientes para corresponder a los intereses de los países que ofrecen sus tenencias y esfuerzo humano, en un sentido estricto, están supeditados a convivir con aquellas necesidades no cubiertas, las mismas que se traducen en situaciones problemáticas como la pobreza, hambruna, enfermedad y muerte por falta de recursos económicos. Nuevamente aquí encontramos la misma paradoja descrita en el paradigma del dinero, es decir, “sin dinero simplemente los países mueren”.
La situación que acabamos de desmenuzar nos presenta una segunda situación en donde cada país se comporta como si fuese una persona. Por tanto, existen tantas personas como países hay en el mundo, es decir, cada estado tiene necesidades básicas por atender, por lo que debe asegurar su vida al no tener garantía de ella, para lo cual se adjudica la propiedad del territorio y de los recursos, bienes y servicios que en él alberga. Finalmente, como nace con insuficientes recursos requiere negociar con los demás Estados a fin de conseguir lo que le falta. En el extremo en el que dos países tienen conflicto de intereses, encontrándose en juego la vida de ambos, cada uno jala agua para su propio río.
El ser humano le da forma a su entorno, instituciones, organizaciones, y dependiendo de cuáles son sus patrones de pensamiento y conducta predominantes, estos trasladan a su entorno el fiel reflejo de lo que las personas son, es decir, la concepción de lo que para ellos es la vida y las relaciones humanas, en suma, el grado de conciencia y evolución humana alcanzado; sin embargo, en la medida en que no conozcamos nuestro pasado y nos olvidemos de él, así como de nuestra capacidad para crear y modificar nuestro entorno, se corre el riesgo de que las estructuras sean rígidas y se constituyan en las rectoras de nuestra vida, civilización y futuro.
Estas estructuras rígidas constituyen viejos paradigmas arraigados que gobiernan nuestro mundo, hasta el punto de cegarnos, atarnos de manos, como si cobraran vida propia e impidieran su derrocamiento o transformación, cual dictador que se vale de la fuerza y beneficios que otorga a unos pocos los lujos y el poder para perpetuar su mandato, hasta cuando el pueblo lo permita.
Volvamos a reflexionar y preguntar, ¿escogí mis condicionamientos históricos al nacer?, que es lo mismo que cuestionarnos si cada uno de nosotros escogió nacer en tal o cual país, en donde abundan o escasean los recursos económicos, o situaciones problemáticas extremas que ponen en alto riesgo nuestra vida.